Wednesday, 09 de October de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1308

Um Nobel para o jornalismo

O escritor argentino Alberto Manguel qualificou como um premio ao jornalismo a concessão do Nobel de Literatura de 2015 à russa Svetlana Alexiévich , por seus livros/reportagem sobre violações dos direitos humanos entre as vitimas do desastre nuclear em Chernobyl, na invasão russa do Afeganistão e entre os opositores ao presidente russo Wladimir Putin.

Para Manguel, Svetlana Alexiévich segue a linha da canadense Alice Munro, ganhadora do Nobel de Literatura de 2013, graças aos seus textos curtos e quase jornalísticos, o que mostra a tendência da Academia Sueca de valorizar gêneros diversificados dentro da literatura mundial. O escritor argentino sugere que nos próximos anos, o Nobel seja concedido também a autores que se dedicam à literatura gráfica (gênero multimídia em expansão na internet) e aos livros com histórias em quadrinhos.

Reproduzimos a seguir os dois parágrafos iniciais do artigo (em espanhol) de Alberto Manguel, publicado na edição espanhola do jornal El País.

Desde 1901, la Academia Sueca de Letras otorga el más prestigioso de los premios literarios a un autor que, a su juicio, haya producido “en el campo literario la obra más destacada en pos de un ideal”, según reza el testamento de Alfred Nobel. Esas cinco palabras finales han producido un sin fin de controversias. Proust, Kafka, Borges, para nombrar a tres incontestables genios literarios del siglo XX, no obtuvieron el premio. Sully Prudhomme, Grazia Deledda y Winston Churchill, sí. Si acaso el sentido que debemos dar a las palabras finales de Nobel es el de una obra literaria que propone o defiende un ideal social en pos de un mundo políticamente mejor, los últimos tres nombres pueden quizás defenderse, y los primeros tres no, o no tan fácilmente. Pero si el ideal es artístico, si por esas palabras debemos entender una obra que alcance un grado superlativo de perfección literaria, entonces la justificación debe ser invertida y no cabe duda que Franz Kafka hubiese sido más merecedor del premio que Jacinto Benavente, quien lo obtuvo en 1922, dos años antes de la muerte del autor de La Metamorfosis.

Si nos atenemos al sentido artístico, hay hoy escritores que a mi parecer merecerían recibir el premio Nobel de literatura: Cees Nooteboom, Ismail KadarÉ, Ian McEwan, Margaret Atwood, entre ellos. Pero el premio otorgado este año a Svetlana Alexiévich es por cierto muy merecido si aceptamos el primer sentido. Todo dictador necesita una voz que lo denuncie, y frente a Vladimir Putin, quien se considera quizás a justo título el Napoleón de este miserable siglo, entre las varias valientes voces que no le permiten cometer sus atrocidades en silencio, la de Alexiévich es una de las más pertinentes, agudas y audaces. Las infamias competidas por el incompetente gobierno ruso anterior y posterior a Putin en Chernóbil son denunciadas en Voces de Chernóbil (el único de sus libros traducido al castellano); las crónicas de la infernal guerra del ejército ruso en Afganistán componen su libro Muchachos de zinc; la política de Putin y sus trágicas consecuencias son reveladas en El fin del hombre rojo, un ensayo esencial para entender la Rusia de hoy.

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