Sunday, 28 de April de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1285

Um atentado contra o jornalismo

Es um atentado contra el periodismo, y por eso, entre tantas otras cosas da que pensar. Es oponer las balas contra la plumas. Otra vez ¿Por qué los sectarios matan periodistas? En todo caso, atacarlos y matarlos exhibe como la expresión y la libertad de expresión provocan más que nada las veleidades de los totalitarios armados.

Los asesinatos de París agreden más que defienden la causa musulmana tan justa en muchos aspectos. Los muertos del semanario satírico Hebdo que cayeron bajo las balas de las Kalashnikov y los lanza cohetes muestran un choque cultural de dimensiones simbólicas globales. No es la guerra entre Occidente y el Islam, según la teoría del choque de las civilizaciones de Samuel Huntington. Es la batalla de las caricaturas y la sátira contra el fundamentalismo.

Matar por dibujar es una locura que no es nueva

Para el Islam ortodoxo, Mahoma, el profeta de Ala, no tiene representación. Es decir, no hay pintura consagrada de Mahoma. Por eso el Corán es una escritura Sagrada. Dios y su profeta lo son. No tienen imagen, como no tiene imagen el Dios del judaísmo. Los arabescos son el mensaje caligráfics que llega dictados, escritos e inspirados desde otra parte. Pero el Islam no sólo es su versión historicisita ortodoxa y fundamentlista, es mucho más profundo que ese dogmatismo.

Lo que sucedió con el correr de la historia, es que el Islam se sintió amenazado. El político y periodista paquistani Abdul Ala Al-Mawdudii, entre otros, que vivió entre 1903 y 1979 fundó las bases ideológicas que concebían que Occidente apuntaba hacia la destrucción del Islam, a su aniquilamiento. Su prédica se exendió y movilizó multitudes, que creían más en la Soberanía de Dios que en la de los hombres sobre la vida y la muerte. La vida se devaluó y la muerte se sobrevaluó. Matar en el nombre de Ala se volvió “legítimo” y Al-Mawdudi tuvo demasiados epígonos.

También lo denominamos Occidente puede dar cuentas atroces de la sobrevaluación de la muerte por sobre la vida.

El fundamentalismo es una peste que no tiene fronteras. Al-Mawdudi fue uno de los primeros difusores de la Yihad, la guerra Santa, como una lucha revolucionaria para impedir la destrucción del islam.

Este atentado, que es un atentado contra el periodismo, no impide la destrucción de nada. Propaga la destrucción de todo.

Y además, no es un crimen que merezca la muerte no creer en la prohibición de la representación de Dios o de su profeta.

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Miguel Wiñazki, do Clarín