Friday, 11 de October de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1309

Josep Maria Casasús

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A VOZ DOS OUVIDORES



LA VANGUARDIA

"También es un deber de los gobernantes", copyright La Vanguardia, de Barcelona, Espanha, 27/5/01

"?Se olvidó del derecho a la información en la ley de Defensa del Consumidor?, me advierte por teléfono una lectora que no se identifica. La crónica sobre derechos de los lectores que publiqué el 29 de abril del 2001 ha motivado ésta y otra llamada telefónica de reproche por no citar otras disposiciones dictadas en favor de los ciudadanos en el ámbito de la comunicación.

Tienen razón. Disculpas. Era incompleta mi síntesis de normas legales dirigidas a proteger los derechos individuales ante los medios de comunicación. Aludí sólo a las dos leyes orgánicas (la del Derecho al Honor, Intimidad y Propia Imagen; la del Derecho de Rectificación). Ellas abordan plenamente y con un elevado rango legal los derechos de las personas en el campo de la información pública. Hay más normas, por supuesto.

Me piden que recuerde que también está vigente la ley de Defensa del Consumidor (?BOE? de 24 de julio de 1984) en la que se presta una particular atención al derecho a recibir información sobre productos y servicios. Es importante lo que se dice en ella. Puestos a hilar delgado también cabe recordar los deberes informativos que la Constitución, la norma de más rango, impone a los poderes públicos en materia de consumo.

Es oportuno apuntarlo cuando la opinión ha sido agitada recientemente por declaraciones desconcertantes de políticos españoles y europeos a raíz de la crisis de la carne.

El artículo 51.2. de la Constitución española es categórico: ?Los poderes públicos promoverán la información y la educación de los consumidores y usuarios, fomentarán sus organizaciones y oirán a éstas en las cuestiones que puedan afectar a aquéllos, en los términos que la ley establezca?. Está claro.

El primer deber de informar sobre consumo recae, pues, en los gobernantes. Pero la prensa no puede, por supuesto, inhibirse. No cumpliría con su misión, si eso ocurriera. Hubo de todo en las primeras noticias periodísticas que hicieron reaccionar a los políticos ante el asunto de las ?vacas locas?. Hubo aciertos y hubo exageraciones. En todo caso en ?La Vanguardia? prevalece el rigor.

Algunos lectores aluden a ello. El director de la Associació d’Indústries d’Alimentació i de Begudes, Alfons M. Bonmatí, me recuerda en una carta de 27 de abril la crónica que publiqué al inicio de la crisis cárnica (3 de diciembre del 2000) a partir de unas quejas de lectores. Me dice Bonmatí: ?Su respuesta fue la de mantener una pluralidad de opiniones y nosotros lo aceptamos pero siempre que se trate de opiniones contrastadas por personas capacitadas para poder hacerlo?.

Ésta y otras comunicaciones recibidas valoran ?El Colmado? y ?La Consulta? de ?La Vanguardia? como ejemplos de información rigurosa. La defensa del lector también supone reflejar los comentarios positivos sobre el diario. Bonmatí afirma en su carta: ?El acierto de ?La Vanguardia? ha sido que ha tocado (y está tocando) una serie de temas que son de enorme interés para el consumidor, los que escriben son personas preparadas (profesores de nutrición) y además están exponiendo los temas con gran claridad y de forma asequible a todos los públicos?.

En cualquier caso, informar responsablemente en éste y en todos los otros ámbitos es para el diario un deber elemental, aunque a veces algunos afectados en situaciones críticas sientan la vieja tentación de ?matar al mensajero?. No debe olvidarse que a los progresos en materia de salud en los últimos dos siglos ha contribuido en alguna medida la prensa. En un artículo publicado en ?La Vanguardia? el 24 de septiembre de 1901, el doctor Robert, colaborador de este diario, hizo comentarios que, cien años después, son de renovada actualidad. Valoraba lo siguiente en la prensa: ?La higiene en el último siglo ha hecho mucho en beneficio de la salubridad de los pueblos, llevando su mano bienhechora a los mercados públicos para vigilar la buena calidad de las substancias alimenticias; a los mataderos, para que únicamente sean sacrificadas las reses libres de toda enfermedad transmisible?.

La información sobre la calidad de lo que consumimos ya era un objetivo del diario.

UNA NEVERA INTRIGANTE es la que el lector Jordi Gurrera, de Badalona, vio descrita así en ?El Colmado? del 28 de abril: ?Dado que dentro de la nevera hay zonas más o menos frías, los alimentos más delicados (carnes, pescados…) deben situarse en la parte más fría (parte superior), mientras que los más resistentes (verduras) deben colocarse en las cajas que hay en la parte inferior (menos fría)?. Discrepa: ?El aire caliente es menos denso y tiende a ascender, en cambio el aire frío es más denso y tiende a bajar?.

La autora del texto objetado, M. Carmen Vidal Carou, profesora titular en la Universitat de Barcelona, responde a requerimiento del defensor: ?La distribución de temperaturas consignada en el artículo no corresponde, en efecto, a todos los tipos de neveras, sino sólo a las que tienen el congelador en la parte superior, y no es aplicable a las llamadas ?combi?. En éstas, en realidad, las diferencias de temperatura interior son menos significativas, aunque ciertamente su distribución sería la contraria a la señalada en el artículo, cuyo principal objetivo, recordemos, era contar ?cuánto tiempo se puede tener un alimento en la nevera??.

Y añade: ?Aunque es cierto que las ?combi? son hoy las neveras más comunes, según los expertos consultados, son aún frecuentes las neveras que tienen una sola puerta y el congelador en la parte superior (sobre todo en modelos encastrables). Por tanto, más que errónea, la información aparecida en el citado artículo era incompleta, ya que no hacía referencia a las ?combi?, en las que tienen mucha menor importancia las diferencias de temperatura en su interior?."


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