Sunday, 13 de October de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1309

Josep Maria Casasús

LA VANGUARDIA

"Sólo la credibilidad es rentable", copyright La Vanguardia, 1/6/03

"Erase una vez un pastor que engañaba a todos gritando que venía el lobo. Al principio sus vecinos se asustaban. Pero a medida que repitió su mentira dejaron de confiar en sus avisos. Tampoco le hicieron caso cuando el lobo llegó de verdad.

Ésta es una vieja fábula moral con ribetes de psicología social recreativa. Una de sus moralejas es que nadie cree al mentiroso aunque alguna vez explique la verdad.

Es una fábula que llegó a inspirar incluso la incipiente legislación sobre prensa del siglo XVIII. En la Inglaterra de aquel tiempo, concretamente, se aplicaron unas medidas antilibelo basadas en el siguiente principio sutil, afinado: el castigo tiene que ser más severo para quien difama explicando verdades puesto que todos le creerán siempre, incluso si alguna vez difama con una mentira.

Por el contrario, el mentiroso contumaz se castiga a sí mismo. Hacemos oídos sordos a las difamaciones del mentiroso. Según esta teoría, causan estragos más graves la mentira y la difamación de quien dice siempre la verdad que las difundidas por mentirosos.

Cervantes también describió esa paradoja. Lo hizo con estas palabras: ?Así como es pena del mentiroso que cuando diga la verdad no se le crea, así es gloria del bien acreditado el ser creído cuando diga mentira?.

José María Orense abordó así ese tema en ?La democracia tal cual es? (1862): ?Cuando un escrito hace impresión, es porque dice la verdad, o la que se cree tal. Quien exagera y miente acaba por desacreditarse?.

Los medios de comunicación que mienten o exageran, aquellos que hacen sensacionalismo, pierden la confianza del público.

La receta de no condenar a quien difama con falsedades, debido a que se autocondena, y de castigar a quien difama con verdades tal vez daba resultados cuando la prensa era aún rudimentaria. Pero los remedios del periodismo antiguo son insuficientes para atajar los males del periodismo moderno.

Debe garantizarse a los lectores el desarrollo pleno de los derechos humanos vinculados a la información. Uno de los principales es el derecho a recibir información veraz.

El caso Jayson Blair

La lectora Ana Camallonga preguntaba lo siguiente en una carta publicada el pasado 17 de mayo en ?La Vanguardia? (pág. 36) a propósito del fraude cometido por el periodista Jayson Blair en el diario ?The New York Times?: ?Si al ?templo del periodismo mundial? se le ha colado un periodista mentiroso, ?qué no se les habrá colado a los demás? Si lo que el periódico de referencia mundial ha hecho es dar un gran ejemplo de honestidad reconocer las invenciones de un reportero, ?significa eso que en todas las redacciones se miente y se hace la vista gorda para tapar los errores de periodistas poco profesionales??.

En un correo electrónico, sin firma, recibido la pasada semana, un lector o lectora me pregunta: ??Por qué no ha hablado usted del caso Jayson Blair? Estudio en Estados Unidos y he visto que los ?ombudsmen? de diarios norteamericanos han tratado este tema. Sigo su sección en La Vanguardia Digital y no he visto que abordara este caso?.

Los defensores del lector estadounidenses suelen juzgar casos ajenos al diario en el que ejercen su función. No comparto esta práctica de comentar casos de otros diarios, práctica que tampoco siguen quienes ejercen la defensa del lector en otros diarios europeos. Es un rasgo diferencial entre la escuela europea y la americana en las instituciones de autocrítica de la prensa y de defensa del lector.

Sobre el caso Blair informó en ?La Vanguardia? el corresponsal en Washington, Eusebio Val, el 12 de mayo. Añado un dato: ?The New York Times? no tiene defensor del lector. Este hecho y la acumulación de fraudes explican su mea culpa en portada.

En todo caso los diarios solventes deben perseverar en la verificación de contenidos.

Jean-Noël Kapferer en ?Rumeurs? (Seuil, París, 1995, pág. 14) describe esta función de la prensa de la siguiente manera: ?La vida social reposa sobre la confianza y sobre la delegación de la tarea de verificar. Cuando comentamos una información leída en un diario, suponemos que ha sido verificada, pero no tenemos prueba alguna de ello?.

Los diarios responsables deben condenar el error y la falsedad. Deben explicar y rectificar claramente todas las irregularidades.

El valor de la noticia se mide hoy en términos de velocidad y relevancia, pero pesa mucho más aún, sin duda, la credibilidad.

Sólo la credibilidad es rentable puesto que asegura el pacto de confianza que la prensa suscribe tácitamente cada día con los lectores. Este pacto, renovado generación tras generación desde hace más de trescientos años, explica la prosperidad del periodismo impreso en unos tiempos en que los medios audiovisuales ofrecen un acceso más rápido al conocimiento y a la información.

En la era del audiovisual la lectura es ya un bien cultural escaso. La prensa debe contribuir a que este bien prospere. Para lograrlo no hay mejor método que la credibilidad.

No están en lo cierto quienes sospechan que la prensa cae a veces en el sensacionalismo para vender más ejemplares. La credibilidad es mucho más rentable, obviamente, que la desconfianza y el desprestigio.

La credibilidad es un patrimonio que debe asegurarse confesando los errores. A la prensa no le ha de avergonzar reconocer las faltas de los periodistas. No es excusa para resistirse al reconocimiento público de una mala práctica del oficio alegar que otros profesionales, como jueces, médicos, militares o políticos, no suelen hacerlo. Rectificar honra a quien rectifica. Es un gesto supremo: restablece la verdad, y conforta a los perjudicados por una información errónea o falsa."