Wednesday, 08 de May de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1286

Josep M. Casasús

‘Me abordó cordialmente un lector cuando salíamos el pasado lunes por la tarde del auditorio del Institut d´Educació Continua (IDEC) de la Universitat Pompeu Fabra donde Federico Mayor Zaragoza, ex director general de la Unesco y actual presidente de la Fundación para una Cultura de Paz, había dado una conferencia con motivo del X aniversario del máster en Comunicación Científica y del Observatori de la Comunicació Científica de aquella universidad.

Mayor Zaragoza se había referido, entre otras cosas, a la necesidad de que se practique un periodismo predictivo,en materia de medio ambiente y de evolución del planeta.

– ¿Por qué no hay más periodismo predictivo en la prensa diaria? ¿No es éste el tipo de periodismo que debería practicarse más en nuestra época? ¿No hay un exceso de periodismo que va a remolque de los hechos, de los políticos y de los manipuladores de la opinión pública? – me preguntó a modo de sugerencia este lector que pidió que no le identificara si iba a exponer su sugerencia –.

– El periodismo predictivo tal vez sea necesario, pero antes los periodistas deberían entrar a fondo en los asuntos. Por ejemplo, en la financiación de los partidos – terció otra persona que nos escuchaba y que me pidió también que no citara su nombre –.

– ¿A qué se refiere? ¿Tiene usted sospechas de algo? – pregunté a mi segundo interlocutor improvisado de aquella tarde –.

– Me refiero a que la prensa se limita a reproducir las cuentas que presentan oficialmente los partidos sin que los periodistas pidan explicaciones sobre aspectos de la documentación que no aparecen claros. Por ejemplo, ¿por qué no preguntan sobre las deudas de algunos partidos en la amortización y en los intereses de créditos, deudas que cajas y bancos no ejecutan? – me precisó el lector –.

Este tipo de sugerencias merecen que el defensor las exponga aquí, y que no se agoten en la gestión interna que aplico a sugerencias más concretas y de menor alcance.

La cobertura sobre el Papa

También me han pedido esta semana varios lectores que curse sugerencias, quejas y felicitaciones en relación con el tratamiento dispensado en La Vanguardia a todo lo relacionado con la muerte del Papa, y sobre todo con la movilización de multitudes que ha suscitado.

Ha sido un acontecimiento histórico sin precedentes que ha tenido en este diario una cobertura periodística atenta, cuidadosa, completa, casi exhaustiva desde una perspectiva informativa, como reconoció el lector Alfonso García Torres el pasado jueves.

Una crítica contra el periodismo en general – y en particular por el televisual – por el exceso de información sobre este acontecimiento motivó una carta de la lectora Eila Guerola, de Barcelona, que La Vanguardia publicó el martes en la sección de Cartas.

La lectora Rosina Descals me comentó por teléfono que compartía aquella queja.

El lector Miquel Manyosa Garcia, de Sant Pol de Mar, me escribió el sábado 2 de abril y me volvió a escribir el pasado lunes para quejarse por la merma de información del resto de la actualidad internacional que la muerte del Papa causó en este diario.

Dice el lector: ‘¿De qué manera se puede calificar la supresión total de la sección Internacional de La Vanguardia por lo que ellos denominan la dolorosa agonía del Sumo Pontífice? Cuando compro el diario, lo compro para leer noticias de todas partes y no por una sola. No negaré que es muy noticiable, pero no tienen ningún derecho a decidir por mí lo que me toca leer y lo que no’.

El defensor debe mediar por las diversas sensibilidades que se expresan en las quejas, pero no puede abstenerse de puntualizarlas.

La muerte del Papa no ha causado la supresión total de la sección de Internacional en ninguna de las ediciones de La Vanguardia. La superficie redaccional dedicada a este acontecimiento ha sido equivalente a la destinada por otros diarios, y menor en proporción que el espacio que ha ocupado en televisiones de todo el mundo. n todo caso, la muerte del Papa es una información propia de la sección Ede Internacional y es lógico que ocupara más espacio estos días que otras noticias del extranjero, del mismo modo que hechos muy relevantes propios de otras secciones (elecciones, olimpiadas, etcétera) ganan espacio a costa de otros asuntos.

Entre tanta información se coló un gazapo detectado por el lector Joan Viñolas, de Sant Feliu de Llobregat, el día 2 (página 11). Se decía que Wojtyla fue obispo auxiliar de Croacia en lugar de Cracovia. Disculpas.

El espacio periodístico en materias sensibles como la religión es delicado de administrar a gusto de todos nosotros, los lectores. En este caso, para unos es excesivo, como hemos visto. Otros, en cambio, opinan que en La Vanguardia tratan mal a los católicos.

El lector Ferran Balcells Canela envió esta carta al director del diario el pasado 23 de marzo: ‘En La Vanguardia es políticamente correcto arremeter con lo católico, a pesar del esfuerzo del defensor del lector por desmentirlo en su artículo del pasado 20 de marzo. La mayoría de rotativos del país recogen, el pasado lunes 21, la noticia de agencia relativa a la posibilidad de que el príncipe Carlos de Inglaterra cancele su boda por el revuelo armado por los caóticos preparativos. La Vanguardia con gran habilidad, comiéndose preparativos, lo atribuye a los católicos. Para muestra basta un botón…’.

Es un botón que lo único que muestra es falta total de rigor en la transcripción de noticias de agencia, y falta de habilidad en revisar los textos con cuidado. Lo constaté al indagar el origen de este disparate. Estoy convencido de que no hubo intencionalidad.

El cambio de palabra no fue una manipulación intencionada. Habría sido una manipulación muy burda y torpe. Lo que sí concurrió allí fue una gran impericia. Transcribir católicos en lugar de caóticos es un error grave de atención, un caso clamoroso de mala praxis redaccional. Fue una transcripción caótica. He amonestado por este error a la sección de Gente. Me piden desde allí que les transmita sus excusas por este lapsus que desvirtuaba completamente el sentido de una noticia y que se prestaba a todo tipo de lógicas suspicacias. En casos como éste la indulgencia no puede ser plenaria.’