Wednesday, 08 de May de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1286

Josep M. Casasús

‘Por fin los de La Vanguardia publican noticias positivas!, debieron de pensar varios lectores al leer el pasado martes 31 de mayo en la página 4 de Vivir la historia de dos jóvenes que salvaron la vida a cinco personas en el canal de Manlleu.

Pensé en estos lectores cuando vi destacada esta información, con foto incluida. A lo largo de mi mandato como defensor he mantenido a menudo conversaciones con lectores que echan en falta que la prensa incluya y resalte los comportamientos solidarios, los gestos altruistas y las proezas generosas de personas capaces de entregarse a los demás.

Aquella misma mañana hablé con el lector Josep Maria Muntaner Tanganelli, interesado en confiarme sugerencias para la mejora de los contenidos de La Vanguardia.

Además de dictarme sus propuestas me dijo que estaba de acuerdo con aquellos lectores que consideran muy positivo que los periodistas dediquen una atención especial a las noticias que propagan las acciones humanas que van más allá de las reacciones comunes ante las desgracias ajenas.

El caso que nos ocupa, explicado en la citada información de La Vanguardia, firmada por Joan Serra, desde Vic, es el que tiene por protagonistas heroicos a Jawad Juodar, un marroquí de 26 años, y a un amigo suyo, que prefiere mantenerse en el anonimato. Se lanzaron al canal de Manlleu para evitar la muerte de cuatro adultos y un menor que habían sufrido un accidente de tráfico y que se hundían en las aguas, atrapados dentro del coche. Juodar y su amigo se quitaron la ropa y los zapatos en un acto reflejo y se lanzaron al canal para salvar aquellas vidas tras comprobar que ninguno de los curiosos se echaba al agua para evitar la tragedia.

¡Qué gran ejemplo el de estos dos valientes en una sociedad dominada hoy por las iniciativas y las reacciones egoístas! El periodismo tiene el deber ético de potenciar el conocimiento de estas actitudes admirables con el fin de alentar a que cunda el ejemplo.

Compartimos una reflexión: ¿no es cierto que no proliferan mucho estas noticias?

Así es, en efecto. Pero no debería serlo. Las leyes periodísticas que rigen los procesos para captar, evaluar, seleccionar y jerarquizar hechos de la actualidad no excluyen, claro está, las buenas noticias. Todo lo contrario.

– ¿Cuáles son estas leyes? – me preguntan –.

En la teoría académica sobre periodismo suelen condensarse en cuatro grandes criterios: el interés público y del público, la tempestividad (es decir, que sea un hecho reciente), la novedad y la excepcionalidad. a excepcionalidad puede ser uno de los ingredientes que concurren en los Lhechos susceptibles de convertirse en noticia. Una manifestación de la excepcionalidad en periodismo es la que se observa en episodios del comportamiento humano que se apartan de lo habitual. Esta excepcionalidad puede ser positiva (las acciones altruistas, generosas, solidarias, de progreso humano) o negativa (la violencia en todos sus grados y las conductas atávicas que causan estragos físicos o morales).

Es lamentable que la excepcionalidad que más abunda en los contenidos de todos los medios de comunicación sea la negativa.

Teun van Dijk, profesor en la Universitat Pompeu Fabra, ha descrito en su libro La noticia como discurso (Paidós, Barcelona, 1990) las diversas causas de este predominio de lo que él denomina negatividad en la selección de noticias. Son causas complejas. No nos resignemos. Deberían salir más noticias dotadas de excepcionalidad positiva. Si es que las hay, claro. Nada nos satisface más a los lectores de La Vanguardia que encontrar en nuestro diario buenas noticias, aleccionadoras, ejemplares y emocionantes por la carga humana que contengan.

LA BUENA NOTICIA, pasmosa, sensacional, de que no ha salido ningún error en el diario no puedo darla hoy. Es una noticia imposible, utópica. Todos cometemos errores o abusos de lenguaje. Como lector responsable empiezo por reconocer siempre los míos antes de señalar la paja en el ojo ajeno.

El lector Juan Ángel Lopeandía me escribió hace unas semanas para reprobarme de manera implícita que figurara la palabra redaccional, usada como adjetivo, en una de mis crónicas de defensor de cada domingo.

Decía este lector en su muy breve carta electrónica: ‘La palabra redaccional,¿no le suena rara? Tal vez aparezca en algún diccionario… ¿será entonces diccionarial?’.

El adjetivo redaccional (relativo a la redacción) no figura en los diccionarios españoles. Es un neologismo de uso común en los tratados de periodismo, empleado sobre todo en hemerografía aplicada, mediante la locución superficie redaccional,para referirse a aquella parte de un diario ocupada por contenidos periodísticos y diferenciada, por tanto, de la superficie publicitaria. Es un tecnicismo admitido hace años en los diccionarios de la lengua francesa (rédactionnel).

EL ABUSO DE EXTRANJERISMOS motiva muchas quejas. El lector Jaume Bessó se quejó de ello el pasado 12 de mayo, y el lector Jaume Assens me puso unos ejemplos vistos aquellos días: take away y stockage.

Tienen razón. El extranjerismo debe evitarse si existe equivalente en castellano, reza el Libro de Redacción de La Vanguardia.

LOS LECTORES YA CONSULTAN el Libro de Redacción de La Vanguardia para ver si se cumple. El lector Alfons Saumell lo hizo el pasado 22 de mayo después de leer una noticia en la que aparecía varias veces el verbo entrenar sin su complemento directo en la forma no pronominal. Se decía allí: ‘El Rey entrena con el nuevo Bribón…’.Lo correcto era escribir ‘se entrena’.

EL MAL USO DE LAS SIGLAS fue abordado por el lector Josep Maria Muntaner Tanganelli cuando me visitó. El citado Libro de Redacción dispone: ‘Cuando aparece una sigla en el titular o en el texto, la primera vez que se cita dentro del artículo se tiene que desarrollar por completo y a continuación hay que escribir la sigla correspondiente entre paréntesis’. ¡No lo olvidéis, periodistas! tampoco, la aclaración que hizo el lector Pablo Martínez Delgado después de ver el pasado 12 de mayo en La Vanguardia el uso del término submando en lugar del vocablo correcto suboficial para referirse a este genérico de empleos militares.’